lunes, enero 31, 2005

El Rancho Loco 2

Hace tres años que llegué a conocer el Rancho Loco 2, allí por las calles de Villagrán y creo, Arteaga. Son fechas en las que no recuerdo por donde llega y mucho menos por dónde estaba a puerta de salida. Días en los que no había una mujer para escuchar y mucho menos para hablar de manera exigente.
Dos de enero. Hacía un frío de los mil diablos, pero eso no detiene a una tercia de cachondos malhablados que se la pasaban hablando pestes porque el 2 de eenro estaban cerrados los tabledances del centro de Ciudad Mascota.
El lugar realmente parecía una cueva. Estaba completamente oscuro y optamos por sentarnos frente a la tarima. Subió una mujer y pidió un voluntario de entre el público. Un tipo se animó y luego de que lo desnudaron y pusieron un preservativo, quedó tumbado en el suelo. cruzó sus brazos detrás de la nuca y la mujer comenzó a trabajar la entrepierna del iluso.
Pero el muchacho estaba nervioso y nunca puso presumir de una erección, así que la mujer le cacheteó el miembro y lo bajó a la fregada de la tarima.
¡Otro!, gritó con más exigencia que en la ocasión anterior.
Y estuve tentado, pero pensé, carajo, me verían las nalgas todos estos.
Un güey gritó desde el rincón cerca de la puerta de entrada. Y va y se sube bien gallito, y luego de un rato, nada. Tampoco a ese se le para el miembro viril.
La mujer se lo cachetea y el tipo hace un gesto de dolor y verguenza.
Finalmente sube otra teibolera y entre las dos hacen un show lésbico. Cuando bajan, la que estuvo pidiendo voluntarios a gritos me acaricia una mejilla y dice: Te estuve esperando, bombón.
Sonreí y contesté: Lo siento, llevaba mi cerveza a medias, mujer. Para la otra.
No habrá otra, contestó ella.
Así fue. Nunca más he regresado. No encuentro el maldito lugar.

lunes, enero 17, 2005

Adoro a esta mujer!

A pesar de que en cuestiones de busto le falte un tanto más para erotizarme -pero nunca se lo reprocharé, considerando que yo tengo mucho menos-, La Norma es una de las mujeres más cínicas y desfachatadas que he conocido en esta maldita vida.
No sé si eso sea digno de admirarse, pero me divierte más que la televisión tan endemoniadamente light.
Aquí una muestra de por qué la adoro... jeje.

"Malcogidas
Alguien me dijo que hiciera un blog sobre cómo detectar a las malcogidas. Nomás le dije: traen el pelo planchado. ¿Por qué? Porque una mujer con buena cama no tiene tiempo para alisarse el pelo, ocupando para eso 45 minutos ¡todos los días!"

¿Salud, mujer!

Por qué no tengo amigos famosos

¿Para qué?, me dije. No puedo vivir bajo la sombra de alguien más, ni nadie estaría dispuesto a hacerlo bajo la sombra carcomida de Joaquín Vicente. Al primer indicio de que un amigo se está volviendo famoso por ganar un concurso o llegar a los bares y no parar de hablar de sus amigos -otros famosos-, prefiero escabullirme. Mis sonrisas pueden ser amables, pero por mera tolerancia, no por regalo.
Por lo mismo, difícilmente seré famoso algún día, cuando de seguro mis examigos famosos no se preocuparían en meter las manos por mí. En algún momento lo pensé de manera seria. A ver, a ver... ¿Alguna reputación que Joaquín Vicente deba cuidar? No. Responsable, no es. Decente, ¿quién carajos es decente en estos tiempos? Honesto no lo es tampoco, cuando a la honestidad cínica le llaman grosería.
¿Vago? Gracias al señor. ¿Qué más, qué más? La mayor parte de las agresiones verbales o insultos se han convertido en piropos maricas o reproches que se cortan con un "Lo sé. Nunca seré perfecto".
Joaquín Vicente le ha roto el corazón a más de una mujer, no por maltratarla, sino por hablar de más.
¿Inmadurez? Puede que eso, pero la mayoría de mis amigos famosos -que han dejado de serlo-, eran animalitos más inmaduros que este borracho ido a poeta, criaturitas abandonadas de Ciudad Mascota.

viernes, enero 14, 2005

Don Andrés en el hiperespacio

A pocas personas he llorado como a don Andrés Huerta cuando falleció. Iba a su fonda y me regalaba tragos de mezcal de Dr. Arroyo, Nuevo León. Bebida fuerte. No tan fuerte como la poesía que este señor escribía, pero con la que nunca tuve choques. Respetó cada una de mis malas palabras escritas y leídas en voz alta. Sabía que las palabras no determinan el dolor, sean fuertes o suaves.
Como la palabra amor. ¿Cuánto duele la maldita palabra amor?
La última vez que lo vi fue en una visita que le hice en su casa. Siempre terminábamos hablando de Pedro Garfias. Esa noche llegó la poeta Malena Muzquiz acompañada de un chileno que creo se llamaba Oyarzún. Don andrés los dejó un rato en la sala mientras me mostró su biblioteca con una computadora Imac en un rincón.
-Es que en proximamente Andrés Huerta estará en el hiperespacio -dijo.
Semanas después murió. Yo estaba de viaje y desde que regresé a Ciudad Mascota, no me he atrevido a visitar a su amada Saskia Juárez. Creo que mi luto todavía no termina. Creo que cada que bebo mezcal y salgo a la carretera, me encuentro frente a frente con el hombre del desierto.

jueves, enero 06, 2005

Nohemí

Nohemí no era para nada la mujer con más bella cintura en la ciudad. Pero era divertida y nunca abusó de sus prisas por beber la copa que le pagaba cada semana. Fue por ella que el Good Music se volvió el table dance más cómodo de la ciudad. "Mejor que la sala de mi casa", pensaba entre risas. Y es que la mujer no paraba de parlotear sobre cada una de sus compañeras, insistiendo en que: "Tú eres un poeta, ¿no? ahora demuéstramelo y escribe sobre ellas. Cuando saques tu libro vienes y me relgalas uno".
-No sé si publique un libro algún día.
-No seas mamón y escribe -concluyó.
Una noche entré y creo haberla visto en un rincón, tambaleándose. Gritaba cosas que no entendí, reconociendo que su voz se había vuelto afónica. Un par de pasos y terminé volviendo el estómago en un rincón del negocio hasta que los meseros me sacaron a la calle.
¿Qué revista era? No sé. Casi un año después regresé al Good Music y no veía a Nohemí por ningún lado. Una bailarina se acercó a mi mesa y le dije que le invitaría una copa si me decía qué sucedió con Nohemí. Ella se sentó sobre mis piernas y comenzó con el maldito guión de "cómo te llamas, de dónde eres, a qué te dedicas"...
-Caray, mujer. Dime qué pasó con Nohemí.
Ella me vio con un semblante serio, rigurosamente profesional.
-No puedo hablar de compañeras que ya no trabajan aquí -contestó en un tono agrio.
-Entonces ya no es tu compañera.
-Pero no nos permiten hablar de eso. ¿Me invitas otra copa?
Le dije que no. Un par de calles después me senté en la banqueta a esperar un camión. Creo que dejé la revista en el suelo.

miércoles, enero 05, 2005

Mis cumpleaños duran tres horas

No hay problema si es un lugar como el Fantasma de Villagrán, tan parecido a la cantina de paso Del Crepúsculo al Amanecer. Si me acompaña un amigo y un par de amigas. Si una de estas amigas me besa, llora, y está a punto de hacerme llorar también a mí. Me vale madre si el festejo dura tres horas y no hasta amanecer.
Y más sobrios que cualquier noche, por lo que el lugar nos parece de un entorno parco. Compramos una cubeta y mientras la Narradora Química cuenta con emoción que le soltó un par de golpes a otra mujer, la Poeta Poundiana dice que este es nuestro lugar. La canción, una de Radiohead.
En una noche así estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas. Puedo beber un trago de cerveza Indio, uno de Sol, y de inmediato propinar un beso a la boca de la poeta. No creo en los momentos mágicos, pero sí en los momentos ideales. He sobrevivido a todo esto y no sé cómo rayos, pero uno sigue saliendo de bajo las piedras.