El mundo según Pelos
Mi perro está soltando mucho pelo, dijo esa niña.
-Deberías raparlo- le dije. La verdad es que no me importaba el perro. Ni siquiera recordaba el nombre del animal. Sólo le llamaba Pelos.
-No tengo con qué. La otra vez agarré un rastrillo de mi papá y él se enojó. No me dejó salir a jugar en una semana.
Una tarde en que me acosté con una estilista en el cuarto trasero de su local, se me ocurrió tomar prestadas unas tijeras para cortarle la greña a Pelos. Sería buen regalo para la niña. Y si a su padre se le ocurría interponía, yo sí le rajaba la cara en dos.
Una calle antes de llegar, un auto detenido tenía sangre y pelos en las llantas. Vi a la niña llorando en la banqueta.
Hacía mi se dirigía una bola de pelos, como las hierbas que atraviesan las llanuras en los pueblos del viejo oeste.
El animal había perdido en el duelo de esta tarde.
De inmediato me di la vuelta hacia la estética. Alguien más debía necesitar esas tijeras.
-Deberías raparlo- le dije. La verdad es que no me importaba el perro. Ni siquiera recordaba el nombre del animal. Sólo le llamaba Pelos.
-No tengo con qué. La otra vez agarré un rastrillo de mi papá y él se enojó. No me dejó salir a jugar en una semana.
Una tarde en que me acosté con una estilista en el cuarto trasero de su local, se me ocurrió tomar prestadas unas tijeras para cortarle la greña a Pelos. Sería buen regalo para la niña. Y si a su padre se le ocurría interponía, yo sí le rajaba la cara en dos.
Una calle antes de llegar, un auto detenido tenía sangre y pelos en las llantas. Vi a la niña llorando en la banqueta.
Hacía mi se dirigía una bola de pelos, como las hierbas que atraviesan las llanuras en los pueblos del viejo oeste.
El animal había perdido en el duelo de esta tarde.
De inmediato me di la vuelta hacia la estética. Alguien más debía necesitar esas tijeras.