martes, octubre 26, 2004

La primer prostituta

La primera mujer con la que tuve sexo, fue una prostituta de las calles Reforma y Pino Suárez. Cobró 70 pesos. El cuarto costó 50.
Andaba de borracho en el Geishas. Cantó una señora que imitaba a Lola Beltrán. Menos de la hora y salieron tres tipos jugando a ser streappers, bailando de mesa en mesa. El lugar estaba hasta el tope de borrachos solitarios, travestis, gays y lesbianas. ¿Pero qué carajos hacía yo en ese lugar mientras bailaban los streappers? Pues me salí.
En la esquina, una mujer delgada alzó el brazo y me chistó. Fingiendo mamonería -recuerden que nunca antes había tenido sexo- Le pregunté: ¿Qué quieres?
Ja, ja, ja.
Y ella me dijo: Yo quiero coger, ¿y tú?
Me acerqué. Ella masticaba de manera erótica unas semillitas. Resultaba eróticamente kitch es estilo con que escupía las cáscaras al pavimento.
Cuando fuímos al cuartito, donde ella me pidió pusiera unas monedas al altarcito de la Guadalupana -para la peregrinación anual de las prostis-, apenas estuve encima de ella y le pregunté el nombre. No sé por qué rayos.
Lorena.
Es como la primera o única vez que uno lee un libro. Piensa que los demás no han de estar igual de buenos o entretenidos, y prefiere leer lo mismo. Así yo pensé en buscar a la misma mujer. Pero no regresé en varios meses. Preferí meterme en la entrepierna de otra y otra, y otra.
He perdido la cuenta, no porque sean muchas.
Odio las matemáticas.

domingo, octubre 24, 2004

Escribir sobre mujeres

Me dice un tipo:
Eres un mamón que se la pasa escribiendo sobre mujeres.
Y le contesto:
No seas tonto, güey...
se trata de eso, para que ellas escriban sobre mí.

Soy un maldito egocéntrico
-y además tarado-
que se la pasa arrojando piedras y nunca, nunca, se esconde.

Mujer Escorpión

Alguien me dijo, cuidate las espaldas, que te quieren chingar. Y no por descuidado me he sabido conservar completo en este mundo. Pedí unas llaves prestadas y salí a la calle. Cada que doblaba una esquina tomaba por dentro del bolsillo la llave de mayor tamaño, pensando: Aparece, pinche faramalloso, te estoy esperando y tú sólo hablas y hablas...
Pero nunca apareció, ni supe quién era exactamente el que pretendía pescarme a golpes. Talvez sólo se trataba de destrozar mis nervios, al grado de volverme un paranoico. Así que opté por entrar en una cantina del centro de la ciudad y pedir una cerveza, dos, tres, una más de cortesía porque la mesera dijo que yo era simpático.
Insistí a la mesera que no era tan simpático como parecía. El carisma sólo me dura un par de días y luego las estrellas vuelven a tomar el orden normal que dictan los mapas astrales.
¿Qué horóscopo eres? Preguntó.
Capricornio... un chivo... beeeeee. ¿Y tú?
Escorpión.
Bajé la mirada para ver sus piernas. ¿Y qué rayos hace una escorpiona como tú de mesera? Perdiendo el tiempo con los borrachos. Dedicate a algo, mujer. Escribe poesía y busca que te inviten a un encuentro internacional.
No me gusta leer, dice con una mueca.
Nadie te ha dicho que leas. Deberás teñirte el pelo. Un color medio rojizo. Y si vas a hablar de algo, que sea Sor Juana o Frida Kahlo. Esa fórmula siempre funciona.
La mujer sonrió. Me obsequió una cerveza más. Sus piernas no eran la gran cosa, pero resultaban acordes a su baja estatura. Salí de la cantina imaginándomela en uno de esos programas que edita Conarte cada año. Su foto junto a la de un escritor hindú y otro francés.
Algunas personas merecen un estilo de vida más sofisticado, y no pasársela sintiendo que te persiguen. Por cierto, nunca supe quién la traía contra mí. Ese día tuve suerte.

De tardes perras

No creo en las canciones de amor ni en las de desamor. Es muy fácil decir "De tardes negras, que no hay tiempo ni espacio y esas madres...y que la vida duele, etc".
¿Quién canta eso? Tiziano Ferro, o fierro, o aferrado. Las tardes pueden ser del maldito color que uno se lo proponga, y no sólo porque una canción lo dice... Pero a la mayoría nos gusta que nos den las ideas ya empacaditas, como si fuera un combo de Mcdonalds. Nada de eso, entiéndanme, traten de agitar esas neuronas que todavía les rondan por allí, cabrones: Las tardes, más que negras o azules, o nubladas, o escarchadas con azucar y pasas, y bombones cual cereal prediabético, son tardes perras.
¿Quién no se ha quedado alguna vez sin dinero para el camión, o con ganas de un refresco o cerveza? O mirando a esa persona que nos excita las feromonas, pero que está en fax con alguien más. Alguien que no eres ni tú ni yo, sino un personaje secundario. La vida es una mala película llena de tardes perras. Pueden decir que soy un pesimista, un malhumorado, un hombre amargado que sólo anda suelte y suelte quejidos.
Perro, sí. También yo soy un perro indeseable. Alguien con la misma malasuerte que tú. Y si a ti no te divierte, confesaré algo antes de vernos las caras: A mí sí me divierte. Me divierte darme cuenta de todo esto y tener la suficiente maña para verte una tarde de estas y ver que seguimos completos, carajo.
Así que hay que cambiarle la letra a esa canción del italianito
.

Un hombre dispuesto

Estoy dispuesto a que un día de estos se me aparezcan dos mujeres en la puerta de mi cuarto. Una de ellas con gesto malhumorado, y la otra mucho más joven, con la mirada baja. Entonces que la de mayor edad me diga de manera enérgica: Esta pobre muchacha está embarazada y tú tienes cara de que seduces mujeres cada dos o tres días.
¿Y yo qué tengo que ver en el asunto?, le diría, sin despegar la mirada de la más joven; tratando de reconocerla, aunque en realidad no tengo sexo con tantas como quisiera, y lo demás es mera leyenda.
Te traigo a esta muchacha para que se quede contigo.
No, no. Nada de eso. Joaquín Vicente no puede vivir con una mujer, a menos que sea temporada de espectativas económicas.
En ese momento, que la señora asegure una pensión mensual, por cuidar de la joven y del producto.
Sí, caray. Estoy dispuesto a ser un padre postizo, ficticio o al menos fingirlo, si alguien nos patrocina lo suficiente para pasar la vida. La mujer que se quede a mi lado lo entendería. Si cualquiera de los dos se cansa, podríamos incluso tener aventuras externas. No importa. Me gusta la idea esa de salir a explorar mundo.
¿Pero dónde rayos están esas dos mujeres? Las espero aquí sentado, saliendo de mi casa sólo para comprar una caguama en la esquina y regresar a toda prisa.