domingo, octubre 24, 2004

De tardes perras

No creo en las canciones de amor ni en las de desamor. Es muy fácil decir "De tardes negras, que no hay tiempo ni espacio y esas madres...y que la vida duele, etc".
¿Quién canta eso? Tiziano Ferro, o fierro, o aferrado. Las tardes pueden ser del maldito color que uno se lo proponga, y no sólo porque una canción lo dice... Pero a la mayoría nos gusta que nos den las ideas ya empacaditas, como si fuera un combo de Mcdonalds. Nada de eso, entiéndanme, traten de agitar esas neuronas que todavía les rondan por allí, cabrones: Las tardes, más que negras o azules, o nubladas, o escarchadas con azucar y pasas, y bombones cual cereal prediabético, son tardes perras.
¿Quién no se ha quedado alguna vez sin dinero para el camión, o con ganas de un refresco o cerveza? O mirando a esa persona que nos excita las feromonas, pero que está en fax con alguien más. Alguien que no eres ni tú ni yo, sino un personaje secundario. La vida es una mala película llena de tardes perras. Pueden decir que soy un pesimista, un malhumorado, un hombre amargado que sólo anda suelte y suelte quejidos.
Perro, sí. También yo soy un perro indeseable. Alguien con la misma malasuerte que tú. Y si a ti no te divierte, confesaré algo antes de vernos las caras: A mí sí me divierte. Me divierte darme cuenta de todo esto y tener la suficiente maña para verte una tarde de estas y ver que seguimos completos, carajo.
Así que hay que cambiarle la letra a esa canción del italianito
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