domingo, octubre 24, 2004

Un hombre dispuesto

Estoy dispuesto a que un día de estos se me aparezcan dos mujeres en la puerta de mi cuarto. Una de ellas con gesto malhumorado, y la otra mucho más joven, con la mirada baja. Entonces que la de mayor edad me diga de manera enérgica: Esta pobre muchacha está embarazada y tú tienes cara de que seduces mujeres cada dos o tres días.
¿Y yo qué tengo que ver en el asunto?, le diría, sin despegar la mirada de la más joven; tratando de reconocerla, aunque en realidad no tengo sexo con tantas como quisiera, y lo demás es mera leyenda.
Te traigo a esta muchacha para que se quede contigo.
No, no. Nada de eso. Joaquín Vicente no puede vivir con una mujer, a menos que sea temporada de espectativas económicas.
En ese momento, que la señora asegure una pensión mensual, por cuidar de la joven y del producto.
Sí, caray. Estoy dispuesto a ser un padre postizo, ficticio o al menos fingirlo, si alguien nos patrocina lo suficiente para pasar la vida. La mujer que se quede a mi lado lo entendería. Si cualquiera de los dos se cansa, podríamos incluso tener aventuras externas. No importa. Me gusta la idea esa de salir a explorar mundo.
¿Pero dónde rayos están esas dos mujeres? Las espero aquí sentado, saliendo de mi casa sólo para comprar una caguama en la esquina y regresar a toda prisa.