miércoles, diciembre 15, 2004

Harakiris: Rápidos y feroces

Viernes 10 de diciembre.
I
No tengo problema con los que llegan tarde, sino cuando yo llego temprano. No esperaba eso cuando toqué ante la cueva del Blogo Feroz. No lo conocía en persona, pero me pareció alguien amable y hasta tolerante, tomando en cuenta que a Joaquín Vicente se le cayó la primer cerveza en una alfombra.
El segundo en llegar fue el Narrador Culiacano, pero eso tampoco salvó mi vida. No había de otra que hablar de libros o de uno mismo. No tengo nada bueno que mencionar de ninguna de estas dos cosas. Al menos llegaron en montón los demás, y las cosas tomaron ritmo cuando la Narradora Química y la Poeta Poundiana berreaban que les pusieran la canción de "La maldita primavera".
Una narradora nueva estaba sentada en la cama, con su mejor amigo al lado. La Narradora Química le insistía: Háblame de lo que lees, de cómo escribes, de qué piensas de la literatura. El Poeta de Concurso también estaba allí, observándonos de manera nerviosa. Este güey quiere besar a alguien, pensé mientras bebía. Sólo eso me quedaba, mientras La Poeta Poundiana se peleaba por el control de la computadora y poner sus videos de New Kids on The Block.
¿Dónde estaba la gente peligrosa, los depredadores? La Luisa, el poeta cacofonógrafo, la Mujer Escorpión, Sweet Mary... personas que te dan mordiditas en el alma y siempre terminas pidiendo más.
El Narrador Culiacano toma una peluca rosa de la Poeta Poundiana, y de inmediato grita: Tómenme fotos, véanme, miren que estoy disfrazado. El Blogo Feroz me cuenta que tuvo que encerrar a sus 11 gatos en una sola habitación y, si a alguien se le ocurriera abrir la puerta, le saltarían hacia la cara con las uñas por delante, como el dragón mascota que habita bajo la escalera de Los Monster.
Son bien pinches vengativos, me dice, Al rato se vengarán de mi tumbándome los libros.
Sonrío parea celebrar ese golpe de realidad. Entro a la cocina y la Narradora Nueva está besando a otra mujer. Síganse besando, les grita el Narrador Culiacano.
Luego ella se detiene y dice que quiere besar a alguien más.
El Narrador Culiacano comienza a dar piruetas en el aire como niño con regalo nuevo de Santa Claus y grita: ¡Bésame a mí! ¡Bésame a mí!
La Narradora Nueva besa al Poeta de Concurso, y nuestro antes emocionado Narrador Culiacano se desinfla de ánimos. Escucha el golpeteo de botellas cuando saco mi cerveza del refrigerador y se me queda viendo.
Ni lo pienses, güey, le gruño.

II
Salimos rumbo al Fantasma, en Villagrán. Las mujeres juegan con un muñeco Chucky que el taxista tenía apoyado en la ventanilla trasera. Joaquín Vicente va sentado sobre las piernas de alguien, pero hasta hoy no recuerda si era mujer u hombre. En esos momentos lo único que le importaba era llegar al bar.
Entramos y veo a la Narradora Nueva un poco gorda. ¿Te pasa algo?, le digo.
Sí, voy a tener un niño diabólico.
Luces decorando las mesas de billar, sonido de botellas reventándose y el cantinero detrás de la barra, tallándose la barbilla como si le quisiera sacar el mismo brillo que a unos zapatos de charol. Una mano que toca mi hombro mientras alguien conocido dice: Señor Joaquín Vicente, y es Mauro, un dealer de pornografía que ronda por los bares del centro de Ciudad Mascota repartiendo cartas de presentación donde dice que es director de películas porno.
Nos corren del Fantasma, por ser unos exhibicionistas de besos lésbicos. No discutimos nada. Comemos gorditas de salchicha con huevo en un restaurante donde salen las teiboleras del Cascabel.
El Narrador Culiacano intenta seducirlas diciéndoles: ¿Quieres una gordita, mi reyna?
No paro de hablar cosas que ya no recuerdo. Pido un café que me quema la boca y ni así dejo de parlotear.
Las mujeres se van. Una de ellas acaba de parir un bebé parecido a Chucky entre las sillas del restaurante. El Narrador Culiacano me pregunta por los negocios y le digo cuáles son salones de baile, cuales son table dances y cuáles son salas de masaje. Entramos a dos salas de masaje y regresamos al exterior apenas vemos a las mujeres. Sólo para checar la calidad.
Entramos a un salón de billar y pido una caguama. El Narrador Culiacano me dice: Quiero ir al baño, y le señalo el WC con la mirada. El tipo voltea hacia la puerta y luego vuelve a mirarme.
Dejo de verlo y comienzo a beber. Él va y regresa. Le da dos sorbos a su vaso de cerveza y vuelve a decir: Es que quiero ir al baño.
¿Otra vez?
No, murmura, es que quiero hacer.
Pues ve a hacer, cabrón. Son gratis.
Pero, pero... y luego dice en voz más baja: Es que quiero hacer del dos.
Ok, Ok, vamos a un restaurante y pido un café mientras vas al baño.
No, ¿para qué? Mejor ya vámonos.
El taxi se dirige al sur de Ciudad Mascota. El Narrador Cagón se baja a toda prisa y entra a su casa dando brinquitos. Ya amaneció, le digo al conductor mientras toma dirección a mi casa. El tipo no contesta. Siempre nos faltan respuestas.