domingo, diciembre 12, 2004

Por una lectura de poesía

Jueves 9 de diciembre
Dicen que Joaquín Vicente es un exhibicionista egocéntrico por hablar sólo de sus borracheras con mujeres malas. Lo soy.
Pero en vista de que a veces quedo mal, me armé del valor suficiente, y casi un six de cervezas en mi estómago, para ir a tolerar una lectura de poesía en San Pedro. Procuré llegar tarde para pasar por desapercibido, pero para mi mala suerte al entrar estaban toda la bola de poetas sentados, mirándose unos a otros como cachorritos dentro de una jaula de clínica veterinaria.
Detesto eso cuando paso a ser un cachorrito más, pero es Ciudad Mascota.
Allí Sacra Blanco, el Poeta Cacofonógrafo, la Poeta Poundiana, el Poeta del Himeneo, la Mujer Escorpión que había conocido años antes en un bar y tuvo a bien seguir mi consejo de vestir a la usanza de Frida Kahlo. Por ese motivo le gritaron: ¡Que baile!, cuando apenas subía a la tarima a leer su material.
Ya que mi único interés era disculparme con la Poeta Poundiana, tuve que seguirla hasta el baño y, en vista de que no me sacaban de allí, ella y la Narradora Química -compañera de borracheras y yonqueras- tuvieron la idea de llevarme a ver una Bienal de arte. ¿Qué es una Bienal de arte? No lo supe nunca. Sólo vi a un par de personas conocidas y copas con vino tinto de un lado para otro. Jovenzuelos con el pelo muy corto o muy largo, mujeres muy apetecibles, y otras muy aborrecibles.
Terminamos en una fiesta en los Condominios Constitución. Una pintora reprochaba no entender su propio proyecto de artes visuales. Pero algo tan complicado podría impresionar al jurado y darle una beca anual, un brillante cheque de Conarte. Recordé cuando no sabía resolver las divisiones y llenaba mis exámenes de números que enfurecían al maestro. No se de dónde carajos sacaste este número, me decían. Yo tampoco, les contestaba.
Creo que más o menos así empecé a escribir ficción. Por detestar las leyes, los métodos ajenos.
La Poeta Poundiana puso música de Bob Marley, y no supe si todo se movía desde el suelo, o si Joaquín Vicente bailaba. La Narradora Química decía que un exnovio suyo era un clón mezcla de Walt Disney y Mick Jagger, pero tolera los besos ajenos.
Malamente, le digo, porque los verdaderos hombres nacimos para ser egoístas.
No sé si fue por mi comentario, pero al siguiente guiño recuerdo que las estoy viendo desde la ventana, y ellas abordan un taxi y me hacen señas y me gritan: Pedorro... y yo les contesto: Pedorro pero cachorro. Ellas ríen y contratacan con un: baboso. Y sólo se me ocurre: Baboso pero goloso.
Pero a final de cuentas no importan los motes. Se escucha el sonido de las puertas al cerrarse, y el taxi avanza hacia la avenida Felix U. Gómez. Yo esperaré a que amanezca. Carajo. El amanecer es inevitable.