miércoles, noviembre 17, 2004

Joaquín Vicente y una cachorrita

Salía de un Vips y una mujer me cerró el paso. Sólo dijo: Mira lo que te traigo, y me enseñó colgando de su suéter a la cachorrita blanca con manchas oscuras. La soltó en el suelo y el animalito corrió hacia mí. Debí haber corrido, lo sé. Pero en lugar de eso me agaché. En vez de asustarse comenzó a mover su cola de manera tan agitada como las alas de un colibrí.
Las siguientes dos noches durmió en una caja de cartón que condicioné con dos retazos de franela. Puse una colchoneta en el suelo, y el animal en lugar de dormir en su caja, amanecía acurrucado encima de mi panza.
No hace ruido. No chilla, no ladra, muy apenas gruñe. Estoy comenzando a pensar que será tan inadaptada socialmente hablando, como su padre adoptivo -osease yo, el gran Joaquín Vicente-.
Muy tarde para llamarle Mónica por Lewinski, Hillary por Clinton, o Xuxa por ese programa brasileño que parecía show de cabaret.
¿Me perdonará si le pongo Niurka? ¿La cubana esa merece que le ponga su nombre a mi niña perruna?
¿Guau?

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

pongale Clodomira.

1:41 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

O Petra

8:43 p.m.  
Blogger Dulce M González said...

No le vayas a poner Niurka!

10:26 p.m.  

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