viernes, diciembre 24, 2004

El Espectador

Si al salir con dos mujeres, ellas discuten, se dan de costalazos y se corretean por la carretera nacional, Joaquín Vicente se tirará al suelo para mirar la manera en que se hacen más pequeñas.
Ya regresarán por sus cosas, piensa, y le duele su sonrisa fría en la madrugada.

Paranoid

No soy sicoanalista ni un grupie freudiano, pero quien conoce y piensa en la Poeta Poundiana, advierte que la paranoia no es por el todo, sino por la mera costumbre del acecho.
¿Eso lo hace a uno importante?
No. Es Ciudad Mascota, lo sabemos. Un mundo repleto de ojos que se acercan tanto a tu rostro, hasta el punto de ahogarte.
¿La ciudad ahoga?
No. La ciudad acecha.

miércoles, diciembre 15, 2004

Harakiris: Rápidos y feroces

Viernes 10 de diciembre.
I
No tengo problema con los que llegan tarde, sino cuando yo llego temprano. No esperaba eso cuando toqué ante la cueva del Blogo Feroz. No lo conocía en persona, pero me pareció alguien amable y hasta tolerante, tomando en cuenta que a Joaquín Vicente se le cayó la primer cerveza en una alfombra.
El segundo en llegar fue el Narrador Culiacano, pero eso tampoco salvó mi vida. No había de otra que hablar de libros o de uno mismo. No tengo nada bueno que mencionar de ninguna de estas dos cosas. Al menos llegaron en montón los demás, y las cosas tomaron ritmo cuando la Narradora Química y la Poeta Poundiana berreaban que les pusieran la canción de "La maldita primavera".
Una narradora nueva estaba sentada en la cama, con su mejor amigo al lado. La Narradora Química le insistía: Háblame de lo que lees, de cómo escribes, de qué piensas de la literatura. El Poeta de Concurso también estaba allí, observándonos de manera nerviosa. Este güey quiere besar a alguien, pensé mientras bebía. Sólo eso me quedaba, mientras La Poeta Poundiana se peleaba por el control de la computadora y poner sus videos de New Kids on The Block.
¿Dónde estaba la gente peligrosa, los depredadores? La Luisa, el poeta cacofonógrafo, la Mujer Escorpión, Sweet Mary... personas que te dan mordiditas en el alma y siempre terminas pidiendo más.
El Narrador Culiacano toma una peluca rosa de la Poeta Poundiana, y de inmediato grita: Tómenme fotos, véanme, miren que estoy disfrazado. El Blogo Feroz me cuenta que tuvo que encerrar a sus 11 gatos en una sola habitación y, si a alguien se le ocurriera abrir la puerta, le saltarían hacia la cara con las uñas por delante, como el dragón mascota que habita bajo la escalera de Los Monster.
Son bien pinches vengativos, me dice, Al rato se vengarán de mi tumbándome los libros.
Sonrío parea celebrar ese golpe de realidad. Entro a la cocina y la Narradora Nueva está besando a otra mujer. Síganse besando, les grita el Narrador Culiacano.
Luego ella se detiene y dice que quiere besar a alguien más.
El Narrador Culiacano comienza a dar piruetas en el aire como niño con regalo nuevo de Santa Claus y grita: ¡Bésame a mí! ¡Bésame a mí!
La Narradora Nueva besa al Poeta de Concurso, y nuestro antes emocionado Narrador Culiacano se desinfla de ánimos. Escucha el golpeteo de botellas cuando saco mi cerveza del refrigerador y se me queda viendo.
Ni lo pienses, güey, le gruño.

II
Salimos rumbo al Fantasma, en Villagrán. Las mujeres juegan con un muñeco Chucky que el taxista tenía apoyado en la ventanilla trasera. Joaquín Vicente va sentado sobre las piernas de alguien, pero hasta hoy no recuerda si era mujer u hombre. En esos momentos lo único que le importaba era llegar al bar.
Entramos y veo a la Narradora Nueva un poco gorda. ¿Te pasa algo?, le digo.
Sí, voy a tener un niño diabólico.
Luces decorando las mesas de billar, sonido de botellas reventándose y el cantinero detrás de la barra, tallándose la barbilla como si le quisiera sacar el mismo brillo que a unos zapatos de charol. Una mano que toca mi hombro mientras alguien conocido dice: Señor Joaquín Vicente, y es Mauro, un dealer de pornografía que ronda por los bares del centro de Ciudad Mascota repartiendo cartas de presentación donde dice que es director de películas porno.
Nos corren del Fantasma, por ser unos exhibicionistas de besos lésbicos. No discutimos nada. Comemos gorditas de salchicha con huevo en un restaurante donde salen las teiboleras del Cascabel.
El Narrador Culiacano intenta seducirlas diciéndoles: ¿Quieres una gordita, mi reyna?
No paro de hablar cosas que ya no recuerdo. Pido un café que me quema la boca y ni así dejo de parlotear.
Las mujeres se van. Una de ellas acaba de parir un bebé parecido a Chucky entre las sillas del restaurante. El Narrador Culiacano me pregunta por los negocios y le digo cuáles son salones de baile, cuales son table dances y cuáles son salas de masaje. Entramos a dos salas de masaje y regresamos al exterior apenas vemos a las mujeres. Sólo para checar la calidad.
Entramos a un salón de billar y pido una caguama. El Narrador Culiacano me dice: Quiero ir al baño, y le señalo el WC con la mirada. El tipo voltea hacia la puerta y luego vuelve a mirarme.
Dejo de verlo y comienzo a beber. Él va y regresa. Le da dos sorbos a su vaso de cerveza y vuelve a decir: Es que quiero ir al baño.
¿Otra vez?
No, murmura, es que quiero hacer.
Pues ve a hacer, cabrón. Son gratis.
Pero, pero... y luego dice en voz más baja: Es que quiero hacer del dos.
Ok, Ok, vamos a un restaurante y pido un café mientras vas al baño.
No, ¿para qué? Mejor ya vámonos.
El taxi se dirige al sur de Ciudad Mascota. El Narrador Cagón se baja a toda prisa y entra a su casa dando brinquitos. Ya amaneció, le digo al conductor mientras toma dirección a mi casa. El tipo no contesta. Siempre nos faltan respuestas.

lunes, diciembre 13, 2004

El Blogo Feroz

Fantasías Joaquinvicentezcas
de ayer y hoy,
presentan:
El Blogo Feroz.

Había una vez un Blogo Feroz que caminaba por las tardes sin un centavo para irse a echar unos tacos, y se encontró en el camino la cabaña de palma que un Becario Cochinito se construyó con su cheque mensual de Congarte.
Soplaré, soplaré y soplaré, le dijo el Blogo al Becario Cochinito.
Me vale madres, le respondió el animalito.
El malandro del Blogo sopló y sopló y sopló más, y la cabaña hecha a base de palma y hojas de papel de sus correcciones, se dispersó por el cielo azul.
El becario Cochinito se fue chillando y gritó: Te voy a acusar con Margarito Cuellar, güey.
Pero el Blogo Feroz, como todo Blogo Estepario de sangre fría y narrativa vil, siguió caminando con el pecho en alto y la brisa vespertina golpeándole el rostro.
Se encontró la cabaña de madera, de otro Becario Cochinito.
Soplaré, soplaré y soplaré, le dijo.
¿Tú y cuántos más, güey?, le cuestionó el animalito, que en esos momentos redactaba su ponencia para el siguiente Festival de las Letras.
Sopló y sopló más, y rúmbale con las maderas de techo y muros. El Becario Cochinito salió como alma que lleva el diablo, gritando que lo iba a acusar con Rosy Loyola.
Ya bien creído como los Rayados del Monterrey antes de perder el bicampeonato -pinches Pumas-, camina hasta toparse con una casa de interés social, pero de las que tienen blocks de a deveras, y descubre que los tres Becarios Cochinitos lo observan desde la ventana.
Sopla, sopla y nada.
Sopla, resopla, y de nuevo nada.
Sopla y dice: ¿Qué pedo?
Al final el Blogo Feroz cae rendido, sin aire, y con una sentimental lagrimita escurriéndose por el párpado.
Salen los tres Becarios Cochinitos y lo patean para terminar abusando sexualmente de él. Los burócratas culturales han ganado de nuevo. Los malitos siempre ganan.

domingo, diciembre 12, 2004

Por una lectura de poesía

Jueves 9 de diciembre
Dicen que Joaquín Vicente es un exhibicionista egocéntrico por hablar sólo de sus borracheras con mujeres malas. Lo soy.
Pero en vista de que a veces quedo mal, me armé del valor suficiente, y casi un six de cervezas en mi estómago, para ir a tolerar una lectura de poesía en San Pedro. Procuré llegar tarde para pasar por desapercibido, pero para mi mala suerte al entrar estaban toda la bola de poetas sentados, mirándose unos a otros como cachorritos dentro de una jaula de clínica veterinaria.
Detesto eso cuando paso a ser un cachorrito más, pero es Ciudad Mascota.
Allí Sacra Blanco, el Poeta Cacofonógrafo, la Poeta Poundiana, el Poeta del Himeneo, la Mujer Escorpión que había conocido años antes en un bar y tuvo a bien seguir mi consejo de vestir a la usanza de Frida Kahlo. Por ese motivo le gritaron: ¡Que baile!, cuando apenas subía a la tarima a leer su material.
Ya que mi único interés era disculparme con la Poeta Poundiana, tuve que seguirla hasta el baño y, en vista de que no me sacaban de allí, ella y la Narradora Química -compañera de borracheras y yonqueras- tuvieron la idea de llevarme a ver una Bienal de arte. ¿Qué es una Bienal de arte? No lo supe nunca. Sólo vi a un par de personas conocidas y copas con vino tinto de un lado para otro. Jovenzuelos con el pelo muy corto o muy largo, mujeres muy apetecibles, y otras muy aborrecibles.
Terminamos en una fiesta en los Condominios Constitución. Una pintora reprochaba no entender su propio proyecto de artes visuales. Pero algo tan complicado podría impresionar al jurado y darle una beca anual, un brillante cheque de Conarte. Recordé cuando no sabía resolver las divisiones y llenaba mis exámenes de números que enfurecían al maestro. No se de dónde carajos sacaste este número, me decían. Yo tampoco, les contestaba.
Creo que más o menos así empecé a escribir ficción. Por detestar las leyes, los métodos ajenos.
La Poeta Poundiana puso música de Bob Marley, y no supe si todo se movía desde el suelo, o si Joaquín Vicente bailaba. La Narradora Química decía que un exnovio suyo era un clón mezcla de Walt Disney y Mick Jagger, pero tolera los besos ajenos.
Malamente, le digo, porque los verdaderos hombres nacimos para ser egoístas.
No sé si fue por mi comentario, pero al siguiente guiño recuerdo que las estoy viendo desde la ventana, y ellas abordan un taxi y me hacen señas y me gritan: Pedorro... y yo les contesto: Pedorro pero cachorro. Ellas ríen y contratacan con un: baboso. Y sólo se me ocurre: Baboso pero goloso.
Pero a final de cuentas no importan los motes. Se escucha el sonido de las puertas al cerrarse, y el taxi avanza hacia la avenida Felix U. Gómez. Yo esperaré a que amanezca. Carajo. El amanecer es inevitable.


lunes, diciembre 06, 2004

Maldito jueves

Jueves 2 de octubre...

I
Como regalo de Día del Niño a sus vecinos infantes, Rogelio decidió casarse el mero 30 de abril del año que viene. Así se librarán de él, y habrá más excusas de los dos bandos para festejar. Por eso llegó a mi casa el jueves cargando un 12 de cerveza y sugiriendo que fuéramos a festejar sus últimos días de soltero.
No seas mamón. Apenas estamos en diciembre, le dije.
Pero el tiempo pasa volando, Vicente cabrón. En serio.
Y para recordar nuestros días de juventud en que él pensaba ingenuamente dedicarse a la música y yo a la poesía, llegamos directo al Table Dance Good Music. Todo iba bien, hasta que una mujer rubia, que el hombre del sonido había anunciado como "nuestra bailarina directo de Cancún", se me acercó y me dijo "hola". Le regresé el saludo con una sonrisa y ella agregó: ¿Me puedo sentar en tus piernas?
La vi rápidamente, luego vi mis piernas, volvi a verla y le contesté: Claro, si tú quieres, por qué no.
La mujer me dijo que quiere beber conmigo. maldije que siempre dijeran esas cosas en los table dances y nunca en los Vips o Sanborns. Le propuse que no bebiera copa, sino algo de machos. De perdido una cerveza. Ella pidió una Tecate.
Se acercó el mesero y nos pidió casi 200 pesos. Ella señaló hacia la pared y ahí decía: Tecate $110.
Me puse en pie diciendo a Rogelio que nos fueramos, y la mujer de alguna manera experimentada se deslizó entre mis piernas, hasta posar sus sentaderas en la misma silla donde instantes antes habían estado mis propias sentaderas.

II
Entramos al Harlequín a un par de calle del anterio table dance. Recordé a la bailarina que leía Los Miserables, de Víctor Hugo. Rogelio insistió en sentarnos a un lado de las escaleras para que así él pudiera tocar el brazo de las bailarinas cuando ellas suben y bajan de la tarima. Subió una de largo cabello negro y le dije a mi cuate que ella se veía insegura, como si fuera nueva en estos menesteres profesionales. Ella había dejado su pequeño bolso rosa al centro de nuestra mesa. Había empezado el turno de otra mujer y un mesero me sujetó un hombro.
Dénme mis fichas, dijo la bailarina respaldada por dos meseros y un tipo vestido de pachuco.
¿Cuáles fichas?
No se hagan pendejos. Estaban en mi bolso. Aquí lo dejé, dijo señalando mi espacio de la mesa.
No lo pusiste de este lado, le dije.
¡Claro que sí! No se hagan pendejos.
Joaquín Vicente se desesperó de tanto desconocimiento del lenguaje, y dije: Chéquenme, pues.
Los tipos me llevan al baño. Sacó todo lo que tengo en mis bolsillos y les digo si quieren hurgar entre mi ropa. Casi al salir, el Pachuco abre la puerta y me ilumina con un láser.
Este no trae nada, le dice un mesero.
Espero en mi mesa, seguro de que la seguridad personal causa la vergüenza ajena. Eso significa que merecíamos un par de cervezas cortesía del negocio. Rogelio regresaba del baño y me dijo que lo siguiera a la calle.
¿A la calle? ¡Tenemos las cervezas a medias!
Tú sígueme, güey.
Salimos y le pregunté: ¿Qué? ¿A poco te encontraron a ti las malditas fichas?
El mamón me dijo que sí.

jueves, diciembre 02, 2004

En la Feria

Estaba contestando al gato Chester de la cantina el Nuevo Parral que las cosas iban bien. Por supuesto que él sólo me respondía con maullidos. Sonó el teléfono celular y era una poeta Poundiana:
¿Tienes dinero?, me preguntó.
¿Dinero como para qué?
Para ir a la feria del Río Santa Catarina.
Y Joaquín Vicente se topa en la calle con la Narradora Química y el Poeta Cacofonógrafo. Les avisa de la idea para irse a la feria y llegan al Bar Reforma por la Poeta Poundiana.
Ahí esdtamos bebe que bebe, cerveza para variar. Joaquín Vicente insistiendo en la postura de artista engreído, asegurando que no tiene por qué ser amable con una mujer que no lo lleva al carrusel.
Salen los cuatro cuando ya se está cerrando el bar. Alguien extrae un churro de entre sus bolsillos y se suben a un puente a fumarlo. En algún momento la Poeta Poundiana arroja la mitad del churro a la avenida Constitución, clamando por un poco de atención. Luego un taxi a la Alameda para comer tacos y tortas de barbacoa. Las dos mujeres se notan divertidas por ser la segunda ocasión en la misma semana, que llegan a ese negocio con distintos hombres. El Poeta Cacofonógrafo no dice gran cosa, y Joaquín Vicente no deja de pensar: Alguien debería decirles a estas mujeres que Joaquín Vicente no es una opción. Por eso mismo las invité al Fantasma, un bar after de Villagrán, apenas se escabulló el Poeta Cacofonógrafo porque "tengo que trabajar".
Un buen lugar, del mismo dueño del table dance Cascabel. Un largo pasillo con mesas de billar, la mitad de un corvette detrás de la barra, como si fuera el esqueleto de un pescado gigante, la fotografía de un extraterrestre mirándome desde la puerta del baño, una Narradora Química tomando fotos de aquí y de allá.
No sé qué más sucede con las mujeres. Ellas siempre terminan abordando un taxi. Yo siempre termino bebiendo en un par de cantinas más. Andando en la calle no es raro ver el amanecer solo. Tampoco es tan solemne como ver que el sol despunta en una playa, pero al menos la rapidez te evita la tristeza. Rapidez, metales y humo. Esta es la feria a la que me trajeron. No a la de los juegos mecánicos.